viernes, 26 de agosto de 2016

CUANDO TU MARIDO TE ABANDONA, HABLAR DEL TEMA AYUDA MUCHO


  HABLAR DEL TEMA ES BUENO

Desde el 16 de junio no he podido hablar de este tema. He podido comentar pinceladas con la familia y algún amigo, pero con los únicos que he podido hablar de este tema, y siempre desde el respeto, es con mis hijos.
Ahora me veo preparada para hablar de mi abandono, juas, e incluso intentar meter alguna pincelada de humor.

Como mis posts suelen ser súper tochos, no quiero que este defraude, así que voy a comenzar por el principio de la historia…


Yo tenía 16 años, él tenía 22. Yo era una niña bien; hija única, nieta única, con valores básicamente clásicos y con raíces muy católicas. Él era un chico macarra, criado en un no-muy-buen barrio, con un pasado algo turbio para su corta edad.


Mi personalidad era la de una adolescente: inquieta, creativa, reivindicativa, transgresora, curiosa y a la que la educación un tanto recta le parecía un rollo que quería quitarse sacudiéndoselo a base de llevar la contraria al mundo en general. Bueno, lo que imagino que es común en cualquier adolescente sana y normal.


El primer día que conocí al que hoy es mi ex marido fue en un pub en la calle Bécquer, en la época de María castaña. Yo estaba con mi madre, amiga de la hermana de mi ex, y algunos hermanos de mi ex.


Él llegó el último, borracho, y al sentarse a mi lado lo primero que me dijo fue que estaba buscando un batería para formar un grupo. Creo que, para mí, la noche fue diferente que para el resto de los presentes. Yo le miraba, y, cuando hablaba, me parecía que tenía la voz de José Luis del Olmo. Le veía un aura de corazones y brillos. La noche terminó bastante mal: el pub medio destrozado y la policía presente a causa de un hermano de mi ex y mi ex.
¿Qué hace una niña bien de 16 años con una capa de polvo de educación rancia? ¡¡¡ENAMORARSE DEL MALOTE!!!


Esto fue el principio. Yo en ese momento estudiaba en la PREU, un instituto privado rozando la ideología del OPUS.

Mi noviazgo con mi ex fue de lo más bonito. Para mí deslumbrante, para mi familia acojonable, pero yo era feliz... Aunque es cierto que cambié absolutamente mi ritmo de vida por amor: dejé de ir a las discos con mis amigas para pasar tardes en El Tremendo (una tasca cervecera rancia y chusmera), dejé de ir a El Corte Inglés a comprarme ropa por ir a un bareto de La Alfalfa que tenía una candela (fogata) en la puerta y gente cantando flamenco en la calle, cambié el olor de mi colonia Alada por el aroma de esos baruchos, de cerveza y porros y dejé de escuchar a Tracy Chapman y Sinéad O´Connor para sustituirlas por Los Chichos susurrados de mi novio, El Último de la Fila y los sonidos de Los Espontáneos con sus guitarras raídas y desafinadas tocadas por cuatro mataos.

¿Me quejo? Nooooo, porque yo era súper feliz. Cuanto más me aconsejaban que lo dejara, más me enamoraba de mi malote. Tal fue mi sorpresa y asombro ante ese mundo desconocido y un novio que parecía, comparado conmigo, que había vivido tres vidas, que era la chica más feliz del mundo.

Paradójicamente, mi familia, aunque a regañadientes, tenía con él una relación cordial, por parte de mi madre cariñosa, incluso. Per,o cuál es la sorpresa, que la familia de mi ex me ve como una pija malcriada y consentida y me hacen la vida imposible... Tanto fue así, que el entonces mi novio, seis meses antes de la boda, se traslada a mi casa conmigo y con mi madre a vivir (en habitaciones separadas como “Dios mandaaaaaaa”). Porque a él también le tenían amargado. De hecho, una hermana suya ni fue y la madre estaba todo el día amargando a mi ex e incluso uno de los tíos de mi ex diciendo “no les doy un año”. Aun así, fue el primer día más bonito de mi vida.


Todo esto muy resumido, por supuesto, porque desde la madurez y la decepción no entiendo qué coño me pasó para aguantar tantas cosas por parte de todas las partes… Pero yo era feliz. Tan feliz que me casé con 18 años, me independicé con una mano delante y otra detrás a un cuchitril de la calle Feria y era la persona más feliz del mundo. Faltaban muchas cosas, pero lo que nunca faltaba era el amor y la risa. No me canso de decir que era feliz, feliz y feliiiiizzzzz.

Todas las niñas pijas que solemos enamorarnos de malotes pensamos siempre que los podemos cambiar, y, ciertamente, algunos cambios puedes hacer. Por ejemplo, en el estilismo: mi novio se quedó anclado a principio de los 80 mezclado con un toque de horteridad que ya no se puede justificar con ninguna década. Cambiado el look, ya te sientes muy realizada, porque crees que puedes cambiar otras cosas mucho más importantes que la ropa, que, al fin y al cabo, con la edad, la importancia del estilismo era una tontería. En los dos años de noviazgo viví muchas situaciones que, si llego a ser más espabilada, me habría alertado de que no eran cosas normales, ni mucho menos correctas.

Sigo resumiendo. Sigue habiendo comportamientos nada adecuados de mi ya marido (ahora ex), situaciones muyyyyyy desagradables, muy insanas y muy perjudiciales para mi coco. Todo era justificado por el amor, porque durante 27 años con crisis, mejores y peores momentos, siempre he estado locamente enamorada de mi ex.


Llega un momento en el que, dentro de mi inmadurez y sin saber realmente qué es lo que falla, ves que hay algo que no es normal, pero dentro de un bucle de situaciones difíciles tú solo te sientes bloqueada, confundida y, si, encima, le sumas que tienes 20 años, que la familia de tu marido te desprecia y que tu propia familia no mira con buenos ojos a tu pareja (porque ya habían sido testigos de cosas feas), ¿qué haces? Pues, de nuevo, tomé una decisión de la que no me arrepiento, pero que en esos momentos no fue nada acertada: “ESTO SE SOLUCIONA TENIENDO UN HIJO...” Convenzo a mi marido para ser padres, una idea que nada le entusiasma, pero creo que accedió por compensar los malos tragos que me hacía pasar y porque también él me amaba locamente.


Al ser madre y haberme mudado a un barrio familiar, intenté integrarme: dejé mis estilismos transgresores por la apariencia de una maru recién parida y para la que la comida se había convertido en un antidepresivo, sin saber aún qué coño era una depresión, claro. Cuando veo fotos de esa época en la que también yo me sentía feliz, pienso cómo intenté mimetizarme, siempre pensando en lo que era mejor para los demás, pero siempre olvidándome de mí. Estos años en los que, como siempre, seguía enamorada, no estaban exentos de malos tragos y de putadas tragadas, vivencias tristes, casi siempre unidas a la bebida y a la falta de empatía de él hacia mí, aunque, lo más cómico de todo es que yo siempre he sido abstemia. Ea en esa época, con 20 años y una niña pequeña, sin saberlo, se me instalaron unos traumas que no son ninguna tontería, pero mi obsesión era que nadieeeeeeeee supiera de la existencia de la otra cara de mi joven marido. La cara amable que existe y siempre ha existido era pública, la otra era de puertas para adentro. ¿Los motivos de por qué tapaba esa cara oscura? Pues, por una parte, el amor, por otra parte, la justificación por mi parte hacia él, de que no era culpa suya, sino que era por falta de cariño en su niñez, porque le manipulaban, que después de la tempestad venía la calma y esos “te amo más que a mi vida” y “no volverá a ocurrir” que yo me creía a pies juntillas, porque, realmente, luego era bueno conmigo y era buen padre, y eso para mí compensaba cuando era un cabrón, aunque como padre nunca lo ha sido o, más bien, nunca lo fue, ¡en general!


Saltamos unos años en los que nada cambia, me ahorro detalles y malos tragos que, por respeto sobre todo a mí, no pienso contar en este ni ningún post. Episodios desagradables, vejatorios, violentos y con mucha mierda por parte de mi ex. Conseguí hacerme una experta del disimulo, de la sonrisa y la alegría fingida, nadie se podía imaginar… Yo no quería dar la razón a mi familia, no quería que pensaran mal de él los amigos y no tuve nunca apoyo de su familia, todo lo contrario, desprecios a mi hija y a mí, pero yo le amaba y “era feliz”.


A mí me compensaba lo bueno, mi amor hacia él y de él hacía mí, la admiración que siempre he sentido por él intelectualmente, su humor, sus cariños, su hacerme sentir como una princesa siempre, nuestra complicidad y el luchar siempre de la mano contra los elementos externos que intentaban amargarnos. No quiero que parezca que solo me quejo, obviamente había cosas que me hacían compensar los malos tragos, eso también sumado a que yo tenía la idea de que no podría vivir sin él, adquirí una dependencia enfermiza que me hacía pensar que mis pulmones no funcionaban solos, que era mi amor por él lo que les hacía moverse.


Resulta que yo, que soy hija única por parte de madre, no quería que mi hija jugase sola a los Juegos Reunidos como yo (es muy patético) y convencí a mi marido para tener otro niño. Quizá leáis esto y penséis que no he tomado las mejores decisiones del mundo, pero mis hijos son lo más grande de mi vida y sin ellos sí que no funcionarían mis pulmones.


Doy otro salto en el tiempo por higiene mental y por no hacer sangre, pero la cosa empeoró en esa cara oscura hasta extremos impensables. Era gracioso cómo, pasados unos años en los que mi ex tuvo que pasar un proceso de dos años para curarse de una enfermedad, en el que uno de los pasos es contar a tus amigos y familia el problema que tienes, mis amigos decían que siempre habían pensado que ÉL era un santo porque yo tenía mucho carácter, porque siempre era la que insistía en irnos a casa, que parecía que yo llevaba los pantalones y él era un santo varón, el enrollado de la pareja, el guay y yo la aguafiestas, esto suele ocurrir en muchas parejas, lo peor es cuando llegas a casa y se cierra la puerta, también me bronquearon por taparle y por llevar esa carga tan pesada y horrible sola.


¡¡¡Cuando la bebida se suma a otros hábitos insanos la vida se vuelve insoportable y se sufre lo más grande!!! Pero, ojoooooo, eso no lo reprocho; es una enfermedad y como tal hay que ver a estas personas como enfermos y ayudar. Sinceramente, yo en ese punto me di cuenta de que yo era una egoísta, porque por mi amor hacia él aguantaba, sufría y me destruía, pero salió la parte de madre y pensé que mis hijos iban creciendo y sería, no solo egoísta, sino de mala madre, que mis hijos fueran conscientes y sufrieran lo que yo sufría desde hacía tantos años. Para un adulto, los momentos muy buenos son muy buenos y compensan a los momentos malos que son muy malos, pero a los críos no les compensa una mierda y no deben vivir eso. En ese momento, tan enamorada como siempre, senté a mi marido en una de sus vueltas en las que no estaba en su mejor momento y con toda la tranquilidad le dije: “te amo más que a mi vida, voy a sufrir como una perra, pero te tienes que ir de casa, nuestros hijos van creciendo y no deben ni ver ni vivir estas cosas”


Una decisión acertada que tomé en mi vida. Él juraba y perjuraba que no volvería a pasar, yo ya, a esas alturas, con tanto pasado, con tantas promesas, con tantos remordimientos por su parte, cuando le venía el bajón, ¡no me creía na’! y, aunque seguía amándole, en mí imperaba la responsabilidad como madre de que mis hijos no vivieran eso, pero, cuál es mi sorpresa que comparto con mi madre esa decisión y me dice que no me separe, que le dé otra oportunidad. Me quede de plástico y, como suele pasar en estos casos, encima me sentí mala persona. Es cierto que él, como vio que era cierto lo que le decía y que, como el motivo eran mis hijos lo iba a llevar a cabo, fue a un centro muy conocido en el que pasamos por un proceso de DOS AÑOS en los que tanto mi familia, como nuestros amigos, como yo cambiamos nuestros hábitos, nuestra vida y le apoyamos a tope para que saliese de eso que desde que le conocí le acompañaba pero del que yo no era consciente por mi inmadurez. Estos dos años vinieron acompañados de sesiones de grupos, de autoayuda, de mil cosas que hacer. Tal era el tiempo que requería que dejé mi trabajo y, una vez más, le puse en primer lugar en mi vida y en mi mundo.


Hay que decir que él tuvo un proceso duro y lo hizo de maravilla, y para mí fue una muestra de amor hacia mis hijos y hacia mí, ¡que ni un príncipe azul!


Tengo que decir que vinieron unos cuatro años que han sido los más felices de mi vida, ¡lo mejor del mundo! Recuperé la confianza en mi pareja, no había peleas, la violencia de cualquier tipo desapareció y teníamos los mejores hijos del mundo. Recuperé mi autoestima, recuperé mi figura y volví a ser yo en mi plena esencia y no se podía tener mejor pareja de vida que la mía. Me sentía apoyada por él en todo, tanto fue así que monté un negocio que resultó ser un éxito y que nos hizo vivir años gloriosos.



La vida, después de estos años, me da un varapalo y ocurre algo que, por lo visto, es de libro y, es que, por circunstancias ajenas a mi pareja, vivimos momentos familiares duros, y me vino algo inesperado y muy inoportuno: un problema mental llamado cuadro ansioso depresivo agudo. Por lo visto, mi mente se rompió y crujió de todo lo acumulado más la situación nueva que, repito, nada tenía que ver con mi ex marido… Es más, fue mi máximo apoyo… hasta que dejó de serlo y vinieron sus recaídas.


De nuevo, y con una enfermedad, bueno, dos (mi puta espalda), tuve que hacer frente al problema familiar que para mí fue horrorosoooooooooo, al igual que para él. Vinieron las recaídas de mi marido y mi enfermedad… Reposo por la espalda, agorafobia, claustrofobia, bulimia, insomnio, misofonía (ya no podía escuchar música, vital en mi vida), falta de concentración por mi tratamiento (ya no podía leer) y todas las fobias que se sumaron a los traumas de los que no era ni consciente. Mi autoestima desapareció y mi sobrepeso apareció.


Muchas personas pensaban que tenía mal carácter, pero ninguna sabía que la mayoría de los días llevaba a mi niño chico al cole sin haber podido dormir nada. Había personas que pensaban que era brutalmente clara, pero no sabían que tenía tantas cosas que tapar, que no tenía filtros en mi boca si no eran personas de mi familia. Mucha gente pensaba que era altiva y no sabían que era una postura al andar para disimular la mierda que me sentía. Otras pensaban que no era tan graciosa y gamberra como antes, pero no sabían que me maquillaba para disimular tantas lágrimas diarias.


Hablo de los últimos tres años, en los que he estado bloqueada, sufriendo, disimulando y haciendo reír a todo el que me rodeaba (aunque, realmente, menos por cuatro años, todo mi matrimonio fue así), sobre todo a mis hijos que se merecen la mejor parte de mí y, si solo tenía energía para ellos, pues a mí me parecía bien repartida. Es difícil, cuando tus hijos son mayores, disimular y tapar tan bien como antes, pero lo hacía… Sobre todo, con la ley del silencio. Mi recargador de energía era mi niño chico, un niño especial que se merece la mejor versión de mí y de todos. Mi ex también se la ha dado y le ha dado lo mejor de él… Como siempre, lo peor lo dejaba para mí.


Los amigos era otra cosa que cambió mucho en nuestra vida. A él le gusta la chusma de bareto y a mí me gusta charlar y gente que me aporte y de la que aprender. Jamás encontré ninguno en una tasca, en toda mi vida. Se veía que nuestras vidas tenían demandas diferentes. Mis amigos a él le parecían aburridos y los suyos… Bueno, yo no sabía cómo eran los suyos, ya que cuando no venía a comer y volvía de madrugada, ni sabía con quién iba ni dónde estaba. Como desconectaba el móvil, solo podía llamar a los hospitales a urgencias a ver si había algún ingreso con nombre patatín patatán, algo que llevaba haciendo desde los 24 años, con la agonía que acompaña, la inquietud, la frustración y el disimulo con los niños… Solo me quedaba espera a ver cómo venía. Ahora, después de dejarme, sí me he enterado de qué tipo de personas se trataban y ahora entiendo que mi entorno sea aburrido. Dicen que muchas personas consiguen conocer a sus exparejas cuando se separan o cuando se quedan viudas. Yo creía que no iba a descubrir nada que me pudiera sorprender más de lo que ya había vivido toda mi vida con él, pero, si es una persona muy versátil, hay que decirlo ja, ja, ja, ja.


Estos comportamientos no eran ni apropiados, ni justos, ni sanos y, sobre todo, a mí me estaban destruyendo, y, por mucho que se lo decía, lo que recibía a cambio eran “te amo más que a mi vida”, “te juro que no pasa más”, “tienes razón “, “lo siento, perdona”. Unos días sin ocurrir y, catapluf, otra vez. Lo más patético es que yo seguía amándole tanto que, en mi caso, el amor dolía y me destruía y siempre creía que las promesas “esta vez sí eran de verdad”  pero seguía amándolo y admirándole, es para estudiarlo esto mío ja, ja, ja, ja, ja.



Siempre intentaba hacerme sentir bien después de estas cosas y cuidarme y ahora veo que era la culpabilidad y su manera de compensar, no era amor.


Nos vamos de vacaciones. Para mí, unos días auténticamente divinos, imagino que para él sería un rollo impresionante. Me animaba a comprarme ropa: “qué bien te queda”, “cómprate dos bolsos, no uno”… Regalo de cacho de cámara digital por nuestras bodas de plata… Ooohhhhh, yo estaba contenta. En las vacaciones estaba controlado el tema que te quema, aunque, obviamente, estábamos muy distanciados por todos los episodios que habían pasado antes de las vacaciones y que cada vez eran mucho más seguidos en el tiempo y menos esporádicos, pero yo creía que las vacaciones le iban a hacer pensar lo bonita que era la familia, bla bla bla… y que le haría volver a reconducir su vida y no joder tanto la mía…

El mismo día que se incorpora a trabajar vuelve de madrugadaaaaaaaaaaaaaa y en las condiciones que todos imaginamos. No cuento los detalles escabrosos vividos desde que yo tenía 16 años por mí y por mis hijos, pero por mí la primera, en ningún caso por él.


A los dos días me dice que se va, que se quiere encontrar en la vida, que ya ni me quiere, ni me admira, ni me desea. Tomaaaaaaaaa morenoooooooooo. Una cosa que me duele muchísimo es que no me avisara para preparar mi móvil y hacerme un selfie, porque la cara que se me quedó era para enmarcar. Por cierto, todo saltó porque leí unos WhatsApp a la que hoy es su chica, porque siempre le decía que no quería que tuviera más trato con ella que no fuera en el trabajo (trabajan pegaditos), porque con las cosas que él mismo me había contado de ella, a mí me parecía una tía chusma, con los mismos malos hábitos y gustos que mi ex, por lo que yo le decía que rompiera la amistad con ella y su novio, no eran buena influencia. Yo siempre he tendido a pensar que mi marido es un santo y es la chusma la que le mal influencia. Ja, ja, ja, ja, ja qué gilipollas soy, en serio. Pues por decirle eso de esta tipa ya salió lo que tenía pensado decirme desde… ¡¿NO SÉ CUÁNDO?!


Cuando te separas porque el amor se ha acabado por parte de las dos personas es duro, porque son muchos años, pero cuando uno de los dos sigue enamorado (que asombrosamente en este caso soy yo) y crees que la otra persona te amaba, aunque tenía problemas que le hacían hacerte daño, pero que te quería… y te abandonan así, piensas que no puedes seguir viviendo. Es más, cuando amas tanto como yo le amaba, piensas que no merece la pena seguir viviendo. ¡¡¡¡¡¡¡¡Pues no es así!!!!!!!! Hay que decir que los primeros días creía que me moría, se me llegaron a despellejar los ojos por la parte que está encima de los pómulos de tanto llorar. No comía, no bebía y, como siempre, sacaba no sé de dónde la energía para mis dos niños mayores y para mi chico. No se lo pude contar a nadie de mi familia hasta que pasó una semana. Estaba en shock y soy una crack disimulando.


Cuando en una ocasión le pregunté si le gustaba esa tía que comentaba antes, yo, llorando, le pedía una oportunidad (encima le pedía una oportunidad, muyyyyyy patético). Pues, cuando hacía  la maletita (tiene aún todas sus cosas en mi casa), le pregunto si le gusta la Pikachu y me dice, con todos sus huevos, que sí, pero que no es el motivo por el que se va, que sabe que es una decisión egoísta, pero que es lo que hay y que siente hacerme daño. Plas, plas, plas. Oleeeeee tus huevos, campeón. Y, encima, habla con sus hijos y les dice “tengo que encontrarme y no quiero cargas” y se queda más ancho que pancho. Qué decepción, qué tristeza, qué dolor, qué desgarrador todo.


Ver que tu hija de 22 años y tu hijo de 19 vuelven a ser unos bebés, que solo necesitan calor, protección y seguridad es muy duro, aunque yo desde el principio les he metido en la cabeza que deben separar a su padre como pareja de su padre como padre, pero la dejadez, las juergas, la nueva ilusión por la Pikachu, su pregón lastimero con su familia, su yo, yo, yo, y, después, yo, el ir cerrando los bares, aunque solo duerma dos horas para ir a currar y muuuuuuchas cosas más de las que mis hijos se han enterado y que no voy a contar, ha hecho que la cague en lo más grande que tanto él como yo tenemos en nuestra vida. Mamá gallina abre sus alas y arropa a los polluelos e intenta mitigar su dolor y sensación de abandono a través de la risa, de las charlas interminables, del cariño, de la comprensión y disimulando lo que me entra por las tripas al verles así porque su padre cincuentón cree que sigue siendo el niñato descerebrado y descentrado de cuando tenía 25 y no quiere cargas. Pero, como en la película La vita è bella, la gallina pinta de colores el entorno para que los polluelos levanten cabeza.


Después de este súper resumido relato de lo cabrón que ha sido mi marido (alias el niño bueno) durante 27 años y lo estúpidamente dependiente que era yo de él y lo incondicionalmente que le amaba, paso a contar cómo llevo la cosa.


Pues os diré cómo he ido superando esto. Hay muchos libros de autoayuda, hay mucha gente que ha vivido algo igual o parecido a ti que te aconseja, pero cada persona es un mundo y cada mente un universo.


Al principio, sinceramente, creía que ya no tenía sentido vivir. Eso me duró una noche, hasta que a la mañana siguiente se me acerca a la cama mi chico y me dice “mamá, ya no tengo sueño, pero tengo hambre”. Ja, ja, ja, ja. Abres los ojos pegados de haber dormido dos horas, miras esa carita y te vuelven las ganas de vivir, luchar y comerte el mundo. La parte sentimental hacia él era otro cantar y su comportamiento después de separarse… eso ya más que otro cantar, es otra ópera entera.


Primer paso ganas de vivir conseguido en horas. Las mamás tenemos la suerte de quedarnos con lo más bonito del mundo y lo que más ganas de vivir te da y seguir para adelante son tus cachorros. Yo tengo tres y, por lo tanto, se me multiplican por tres las ganas de vivir.



¿Como mujer? Me sentía y aún me siento una mierda, sobre todo por todo lo que he descubierto luego, que me ha roto el alma pero que me ha ayudado mucho a ver las cosas claras. Que cuando me decía “te quiero”, ya le gustaba la otra; que cuando se iba de viaje a Asturias a dar unos cursos y me decía “me acuerdo un montón de ti y me encantaría que estuvieras aquí”, resulta que había hablado con su jefe diciendo que necesitaba a alguien que le ayudara esos días, pensando que le iban a mandar a su compañera querida, y al ofrecerle a otro compañero, de repente, ya no necesitaba ayuda, pero al parecer se acordaba de ella y pensaba en ella. Que el mismo día que se fue de mi casa se fue de copas con ella y no durmió en casa de su hermana, donde iba a dormir. Tantaaaaassss cosas de las que me he enterado, que me han dolido tanto, que al final me he dado cuenta. Tanto llorar con el corazón encogido… Pero me ha servido de terapia, terapia de choque.


Otra cosa que tenemos de ventaja las mujeres a las que nos meten la patada las parejas y tenemos hijos es que tienes que pasar las fases de la separación con el turbo puesto, porque los polluelos necesitan que estés bien. Oye, que pasas por la negación, la aceptación, el desenamoramiento a carajo sacao de rápido ja, ja, ja. Para mí ha sido muy terapéutico saber cosas muy dolorosas pero que, en el fondo, no me sorprenden, porque pertenecen a la esencia más profunda y oscura de mi ex y que yo conozco y sufro desde hace tantos años, pero han sido un revulsivo magnifico.


Un truco que me ha funcionado que no viene en los libros de autoayuda que a mí nunca me han ayudado (ja, ja, ja, ja) es instalarte el Pokémon GO. Chicas y chicos dejados tirados por sus parejas, instaláoslo, es la leche. Sales a andar, a pasear, a cazar Pokémon, a hacerte la ruta de las Poké-paradas. Animas picando a tus hijos a que salgan y paseen contigo y no se queden mustios.


Otra cosilla que me ha ayudado mucho a superarlo como pareja ha sido ver a la Pikachu en persona. La primera vez me la encontré tomando algo con mi ex y yo paseando con mis dos niños… Verle la cara de felicidad a él con otra me dejó de pasta de boniato, pero cuando la miré de reojillo me quedé como “¿no será esa? ¿será la que está al lado?”, pero cuando los vi bien en otra ocasión en otro bar (no van mucho a la biblioteca, será porque no cierran a las cinco de la mañana que es cuando les gusta recogerse a ellos), cuando la vi bien y cuando me enteré de su biografía, por una parte físicamente me esperaba una mujer impresionante para cambiarme por ella. Cuando vi a Pikachu me quedé decepcionada por mi ex, pero cuando me enteré de la vida y obra de la muchacha comprendí  que están hechos el uno para el otro y, sinceramente, yo no tengo nada en contra de ella, porque ella no me ha dejado, ni abandonado, ni es la que tiene que estar pendiente de mis hijos. Ella no tiene la culpa de nada, ni siquiera de no tener cuello la pobre ja, ja, ja, ja, ja, pero su forma de ver la vida es la compatible con la de mi ex y se harán felices, y yo no deseo nada malo porque no va en mi condición, y espero que sea así. Les deseo muchas horas de malos hábitos juntos, muchos días de ir sin casi dormir a currar los dos como les gusta y sobre todo me alegro de que tenga 9 años menos que él, porque así al menos me queda la cosa de que tendrá quien le limpie el culo, y, sarcasmo aparte, en serio, no le deseo nada malo a mi ex, aunque por deformación, o por tonta que soy, sí me preocupa el ritmo de vida que va a llevar con esta chica, pero eso ya no me corresponde a mí.




Otra cosa que te hace desenamorarte es cuando pasan de ser buenos padres a ser unos padres fantasmas, que van de víctimas con la peña porque sus hijos no le entienden, pero no cuentan cómo se comportan y ni saben cómo se sienten sus hijos. Eso ya me resulta tan penoso que se te va quitando la admiración, y muy rápido.


Paso dos también conseguido. Solo he tenido dos charlas con él, una que le pedí tener yo, con respecto a nuestros hijos, por el bien de ellos y me atreví a darle unos consejos, porque sabía las carencias emocionales por la que pasaban mis hijos, y, realmente, al ver que la persona con la que había sufrid,o ya no digo vivido, 27 años de mi vida, por la que he hecho tanto, se dirigía a la madre de sus hijos en los términos y con las formas con que lo hizo en plena calle… Me vi llorando, aguantando ironías, miradas de asco y tonos fuera de lugar, ¿en que me ayudó? Me llevé cuatro días fatal, pero luego me di cuenta de algo y me dije “oye, Mar, que tú eso ya no tienes que aguantarlo, que ya no es nada tuyoooooooooo, que ya no tienes que pasar por eso” y me vi la espalda un poquito más erguida. Cuando vi que el resultado con mis hijos fue una mierda porque él no empatiza y es cero autocrítico y el sentimiento de sacrificio… creo que solo se lo pide a su pito… Le dije a mis hijos que jamás volvería a hablar con su padre, que, si la cagaba, era cosa de él, que yo ya no tenía obligación de ser el puente, que luego me lleva a mí la corriente ja, ja, ja, ja. Ya no tenía que tapar su cara a mis hijos, es más, no creo que sea bueno. Ellos dos son adultos, yo no tengo que mediar, porque mis hijos conmigo son una piña, me tienen incluso antes de necesitarme y les demuestro, como siempre, que los amo. Entonces, porque tengo que seguir haciendo que mi marido parezca lo que no es, como siempre, ya me niego… Otro pasito. En esa conversación, cuando le comenté a mi ex que yo no consentía que sus hijos hablasen mal de él, no tiene otra cosa que decirme en plena calle que “oooooohhhhh, la salvadoraaaaaaaa”. En ese momento yo solo lloraba, pero luego, en frío, digo “pero, ¿qué necesidad de que me humillen y me vejen?” y me dio fuerzas para ponerme el propósito de que JAMÁS le consentiría un mal tono, una mala palabra y una mala mirada.


La segunda conversación fue por una cosa que publiqué en mi Facebook (ya sabéis que yo lo largo tooooo’). Le ofendieron unas palabras que le dedicaba a su follamiga, novia, o lo que ellos se llamen, y el tono con el que me hablaba, ¡era para hacer un remix! Diciéndome que estaba difamandooooooooo… de la mala hostia con que me hablaba le temblaba hasta la voz. Fue, de nuevo, un pedazo de trozo de cacho de cabronazo conmigo. Yo, en pleno coche, que iba al pueblo a ver a mi hija que estaba como una mierda de ánimos, y el hablándome mal por teléfono, y que le afectaba laboralmente me decía… Incomprensible. Y, claro, cuando me dijo que no se esperaba eso de mí, pensé “pues no me conoces, tolai” y lo que le dije fue “lo que me parece increíble es que me llames por teléfono, que no lo has hecho en un mes, y sea para decir que difamo a Pikachu y no lo hayas hecho para preguntar por nuestros hijos”. Uuufff, qué bien me sentí, ¡coño! Otro pasitoooooo másssss.


Algo importante para superar estas situaciones es centrarte en tu vida presente. Nada de pensar en el pasado, nada de flagelarte pensando que has tirado tu vida o has sufrido para nada, eso solo es lamerse las heridas, y así no cicatrizan. Lo suyo es centrarte en tu presente. Sé que soy pesada con mis hijos, pero para mí es importante que ellos estén bien, y pensar en el futuro. A mí me ha costado aprender a saber que ya no tengo pareja, que soy unifamiliar ja, ja, ja, ja. Los rencores son tontos, las venganzas son insanas. Aunque lo he vivido injusto, nunca haría nada ni por venganza ni por despecho, a la primera que dañaría sería a mí misma. Aunque sé que hay personas que dicen a mi ex (una de sus hermanas, vaya) que yo uso a mis hijos para hacerle daño y él, que ya digo que poco me conoce, dice que “es verdad”. Si para él es más fácil justificar la actitud de sus hijos, sinceramente, ya me he echado tres botes de aceite Johnson en el cuerpo, es una pena que se piense así, pero ni yo lo hago, ni lo aconsejo: sufren los hijos, y eso es deplorable.


Otra cosita que ayuda a dar un pasito es hacer algo que no hacías porque tu ex no quería. Yo he adoptado una perrita porque me ha salido de la peineta y porque, con quien tenía que consultarlo es con quien vive ahora conmigo, y los dos estaban encantados; nos ha aportado un buen rollo increíble. Es la primera vez que hago algo sin tener que convencer, sin tener que ser pesada, o, simplemente, dejar de hacer. Lo he hecho porque me ha dado la gana y me ha sentado fenomenal. Me ha dado sensación de libertad.


Algún otro truqui es hacer cosas que nunca has hecho sola, que siempre hacías con tu ex: ir a la playa, a la piscina, adonde seaaaaaaa. En mi caso, me he perdido, en otra ocasión, en una cuesta, (que debería ser ilegal… ¡cómo es la puta cuesta!) casi quemo el coche, me confundo con cosas… pero, eso sí, todas las cosas que hago por primera vez sola, las empiezo haciendo con un nudo en el estómago y termino riéndome mucho, y pasan a ser anécdotas. Podemos hacer cosas solas y solos, somos autosuficientes, somos increíblemente fuertes, valemos mucho. Aunque te quedes mal, y aunque durante años te hagan sentir que importas una mierda, poco a poco te vas descubriendo y se puede hacer todo lo que nos proponemos, y, encima, sin aguantar malas caras. Sola o en compañía de quien elijas y cualquier cosa, por tonta que parezca, sabe a gloria.


A mí me ha servido mucho centrarme en mi físico. Qué decir tiene que te dejan y, entre otras cosas, hay otra persona de por medio. Te quedas… pues como yo me quedé. Me llevé más de quince días sin mirarme al espejo, porque, después de dejarme mi ex, me miré y me veía, fea, gorda, vieja y con el pelo horrible, casi veía normal que me hubieran dado una patada en to’ la boca. Después de quince días peinándome sin mirarme, lavándome los dientes mirando al lavabo, vistiéndome y no ver cómo me quedaban las cosas, y, sobre todo, y lo peor para mí, quince días sin limpiar los espejos de mi casa (es impensableeeeee ja, ja, ja, ja, ja), pensé “¿realmente es tanto el poder que tienen sobre ti? Sobre todo las personas que más te hacen sufrir, que te pueden destrozar…” Pero si lo hacen es porque se lo permitimos. Fuera del bucle se ve todo más claro, y, no solo pille el Cristasol, me compré trescientas veintiséis cremas, he empezado a comer sano, porque la comida no quita la ansiedad ni la depresión, todo lo contrario solo te daña a ti y los demás son felices como perdices, así que ahora no estoy a dieta, ahora como sano para cuidarme, por mi cutis, por mi salud, y porque yo, más fea, más gorda o más vieja soy increíble y única y me encanta mi ritual de cremas, de probarme peinados y deseando perder pesito para comprarme ropa del estilo que siempre me ha gustado, mi estilo, pero por mí… ¡Solo por mí!



Obligarte, sí, suena raro, pero en mi caso me he tenido que obligar a algunas cosas: salir a diario a ser posible más de una vez al día (para esto hay que obligarse de cojones en Sevilla en pleno agosto ja, ja, ja, ja), aprovechar que no hay colegio y recogerme tarde con mis niños, sacar a mi perrita a pasear, tomar café en el bar, tomarme un refresco con mis hijos, pintarme más que antes, aunque sea para comprar el pan, ¿por qué? Pues ni puta idea, pero a mí me sienta bien ja, ja, ja, ja. Ir al parque, al campo, a sitios rodeados de naturaleza… Soy urbanita hasta la médula, pero en este momento de mi vida me relaja mucho observar y hacer fotos a la naturaleza, mirar un puto pájaro comiendo me llena de paz y me saca una sonrisa, observar las nubes me da paz, no os creáis que porque me hayan dejado me he vuelto Heidi, pero, no sé por qué,   antes esas cosas me daban como repelús y ahora me relajan, cada uno encontrará lo que le relaja.


Hacer una especia de organigrama de mi futuro, pero, claro, no como lo hacía al principio, que pensaba “voy a ser una abuela que se morirá sola y se enterarán porque apesto y avisarán los vecinos”. Nooooooooooon eso noooooo. Buscar trabajo, barajar diferentes cosas para saber a qué me voy a apuntar, proyectos pequeños, metas cercanas y el futuro nadie sabe cómo va a ser. Hasta hace poco, mi ex me decía que íbamos a vivir en estos sitios de personas mayores que son como cooperativas súper chulas y donde puedes ser independiente, aunque cuidado, pero eso ya es pasado.


Hacer piña con los más allegados en mi casa (pesadaaaaaaa): mis hijos, mis abuelos, mi madre, mi prima, mi tía… Eso sí te digooooooo: no te rodees de gente toxica que empiece a hablar del tema de modo negativo, a despellejar a tu ex, a envenenarte. Nadaaaaa de nadaaaaaaaaa, rodéate de gente con la que SÍ quieres puedas hablar del tema, con calma, con tranquilidad, con serenidad… No puedes luchar por no envenenarte durante todo el día para que en el tiempo de una coca-cola venga otro y te envenene.


También es bueno dedicarte tiempo para ti, aunque sea un café tranquila sin pensar en nada, solo disfrutar del café o el té, de su aroma, de tu cigarro si fumas, con la cabeza en blanco y disfrutar de cada traguito, luego ya vendrá el estrés del día, pero ese momento es taaaaannn importante. Hablo por mí, claro, que esto no es universal, que es personal mío, pero si ayuda a alguien pues me encantaría.


Cosas que me quedan por superar: pues muchas, ¡qué cojones! Acabo de empezar a salir de esto. Pues, a ver, por ejemplo, mi autoestima tiene que mejorar mucho, pero poco a poco; quitarme muchos miedos de cómo resultará todo esto en mis hijos, porque es muy difícil y no por ser mayores se lleva mejor, en mi caso todo lo contrario; aprender a pensar en mí y perder el miedo a la hora de expresar las cosas que me cabrean con mi ex, aún no soy capaz de hablar con él, es más, creo que soy la ex que menos por culo ha dado, ¡¡¡ninguno!!! La relación desde el primer momento de él hacia mí ha sido cero, con mis hijos mayores mínimo y, bueno, yo no molesto, no me entrometo, solo observo, pienso lo que me dé la gana, me desahogo como quiero, pero no le molesto para nadaaaaaaa. Aunque me frustren actitudes, me las como, pero sí tengo que aprender a hablar con libertad con mi ex sin miedo a que le moleste que yo esté molesta ja, ja, ja, ja, ja. Enfermizo, ¿verdad? Ja, ja, ja.


Superar la soledad. No tengo amigos en Sevilla, los que tenía, la vida ha dado vueltas, y no están ya. Me llevé muchos años fuera de aquí, los que tengo en Gerena están lejos, así que… Hacer amigos nuevos. Me va a costar, ahora no es el momento, porque no estoy bien y, cuando estoy mal, no me gusta que los de mi alrededor me tengan que levantar el ánimo, seguramente porque nunca lo han tenido que hacer, porque para eso yo ya tenía mi boquita cerrada y me lo comía todo en silencio y solita. Pero estaré animada, divertida y dicharachera, como yo soy realmente, y volveré a tener amigos. La soledad aún no la he vivido crudamente, porque no hay ni colegio ni universidad, pero llegará en breve y sé que debo prepararme.


Y algo importante: ¡¡¡¡¡¡aprender a querermeeeeeeeeeeee!!!!!! Mirar por mí y no ponerme siempre por detrás de los demás. La teoría de “estando yo bien los que están a mi alrededor también lo estarán” me la sé, pero yo siempre priorizo en mi entorno, y luego yo.


Perdón por el tocho, no he querido dar detalles de las cosas escabrosas, pero también quería liberarme del lastre de tener que limpiar y mantener la buena imagen de mi ex, cuando alguien tiene dos caras y la gente solo conoce la bonita. Si vive en pareja es porque la pareja es la que ayuda a que esa imagen bonita sea la única que se vea y es algo de lo que sí me arrepiento y que jamás haré por nadie que no sean mis hijos. Me ha servido de desahogo, ahora mismo me siento sola y escribir me ayuda, poner algún comentario también me ayuda, y reírme de mi situación en las redes también me sirve de terapia. Os aviso que ahora mis bromas serán un poco monotemáticas, pero hago reír a personas que me importan, y yo desdramatizo mucho, que me viene bien.
Gracias por los ánimos que me dais. Los comentarios en Facebook no caen en saco roto, todo lo contrario.

P.D: He puesto fotos al azar, solo es un ejemplo de lo que me ha hecho siempre superarme, ser fuerte...su felicidad y sus risas.

Os quiero, loquitos míos.



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